La oración


¿Qué es la oración? “La oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre, infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones” (Compendio del CEC, 534).

· Todos los cristianos estamos llamados a hacer oración, es decir, a tratar como amigo a Dios, a hablar con Él.
· Orar es sencillo. No se trata de decir muchas palabras, ni de hacer grandes gestos, se trata te confiar en Dios.
· Se puede orar de muchas maneras: bendiciendo a Dios y dándole gracias por los dones que hemos recibido, adorándole, pidiéndole por nuestras necesidades o intercediendo por los otros y alabándole desinteresadamente.
· La oración puede ser vocal (cuando repetimos las oraciones tradicionales o los salmos, por ejemplo) o mental (cuando libremente hablamos con Dios).
· La oración más importante es la Misa. Ella misma es fuente de nuestra oración personal.

Algunos consejos para orar

1.                      Para comenzar a orar conviene buscar un sitio tranquilo, si es la iglesia, mejor. Pide al Espíritu Santo la gracia de poder orar, porque, como dice san Pablo: “el Espíritu acude en socorro de nuestra flaqueza. Pues tenemos que orar, pero no sabemos pedir lo que los conviene. Mas el Espíritu mismo interviene en nuestra ayuda” (Rm. 8, 26).

Puedes usar esta invocación al Espíritu al comenzar la oración.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles  y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V./ Envía tu Espíritu y todo será creado.
R./ Y repuebla la faz de la tierra.
Oremos: Oh Dios, que has iluminado  los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a sus inspiraciones, para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

2.                       Lo mejor es que cojas la Biblia. Lee un texto pequeño despacio, por ejemplo, el Evangelio o las lecturas de la misa del día. También te pueden ayudar los Salmos. Intenta comprender el sentido que tiene y si hay algún mensaje para ti en él. Párate allí dónde el texto de diga algo.

3.                      Rezar es habla con Dios con toda confianza, como un hijo habla con su padre o su madre. Cuéntale también lo que te pasa, si tienes alguna preocupación, si quieres pedir por alguien… le puedes preguntar también qué quiere Él de ti, qué puedes hacer para amarle más… por qué te pasa tal o cual cosa…. Dale gracias por lo que tienes, alábale, bendícele… lo que se te ocurra: estás delante del Ser que más te ama.

4.                       Puede ser que llegue un momento en que no sepas qué decir. No importa, sigue orando. Persevera. Muchas veces orar es sólo “estar” delante de Él, estar sentando frente al Señor. El te mira, mírale tú.

5.                      Al final de tu oración, dale gracias a Dios por el rato que has estado con Él y por el amor que te ha dado y los pensamientos que te ha sugerido.

Puedes usar esta oración u otra.
Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación; te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí. Amén.

***

*Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos encontrar realizable el principio de la oración continua (Orígenes).

*Es necesario acordarse de Dios más a menudo de de respirar (San Gregorio Nacianceno).

*Es posible, incluso en el mercado o en un paseo solitario, hacer una frecuente y fervorosa oración. Sentados en vuestra tienda, comprando o vendiendo, o incluso haciendo la cocina (San Juan Crisóstomo).

*Te amo, Dios mío, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Dios mío infinitamente amable, y prefiero morir amándote a vivir sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es amarte eternamente... Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro (S. Juan María Vianney).

*Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús). 

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