San Antonio Abad (san Antón)
Hoy celebramos a unos de los santos más populares de la
Iglesia, san Antonio Abad, más conocido en España como “san Antón”. Antonio era
egipcio y nació hacia el 250. Muertos sus padres comenzó a vivir el Evangelio
con radicalidad, convirtiéndose en uno de los padres del monaquismo. En él
están presentes las constantes de la vida religiosa: la oración continua, el
trabajo, la pobreza, además de la soledad como condición del encuentro con Dios.
Se convirtió por su fuerte experiencia de Dios en un maestro espiritual de
segura doctrina que alentaba a los perseguidos por la fe y al que la gente
acudía en busca de consejo. Su discípulo san Atanasio nos ha trasmitido su
testimonio en el libro de la Vida de san
Antonio, clásico de la espiritualidad cristiana. He aquí un fragmento de
esta biografía:
«Cuando murieron sus padres, Antonio tenía unos dieciocho o veinte años, y quedó él solo con su única hermana, pequeña aún, teniendo que encargarse de la casa y del cuidado de su hermana.
Habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de sus
padres, cuando un día en que se dirigía, según costumbre, a la iglesia, iba
pensando en su interior cómo los apóstoles lo habían dejado todo para seguir al
Salvador, y cómo, según narran los Hechos de los apóstoles, muchos vendían sus
posesiones y ponían el precio de la venta a los pies de los apóstoles para que
lo repartieran entre los pobres; pensaba también en la magnitud de la esperanza
que para éstos estaba reservada en el cielo; imbuido de esos pensamientos,
entró en la iglesia, y dio la casualidad de que en aquel momento estaban
leyendo aquellas palabras del Señor en el Evangelio: Si quieres ser perfecto,
ve a vender lo que tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo;
luego ven y sígueme.
Entonces Antonio, como si Dios le hubiese infundido el
recuerdo de lo que habían hecho los santos y como si aquellas palabras hubiesen
sido leídas especialmente para él, salió en seguida de la iglesia e hizo
donación a los aldeanos de las posesiones heredadas de sus padres (tenía
trescientas parcelas fértiles y muy hermosas), con el fin de evitar toda
inquietud para sí y para su hermana. Vendió también todos sus bienes muebles, y
repartió entre los pobres la considerable cantidad resultante de esta venta,
reservando sólo una pequeña parte para su hermana.
Habiendo vuelto a entrar en la iglesia, oyó aquellas palabras
del Señor en el Evangelio: No os inquietéis por el día siguiente. Saliendo otra
vez, dio a los necesitados incluso lo poco que se había reservado, ya que no
soportaba que quedase en su poder ni la más mínima cantidad. Encomendó su
hermana a una vírgenes que él sabía eran de confianza y cuidó de que recibiese
una conveniente educación; en cuanto a él, a partir de entonces, libre ya de
cuidados ajenos, emprendió en frente de su misma casa una vida de ascetismo y
de intensa mortificación.
La Tentación de san Antonio según Salvador Dalí (1947) |
Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella
afirmación de la Escritura: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma; lo
que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los
pobres.
Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es
necesario retirarse para orar sin cesar; en efecto, ponía tanta atención en la
lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un
momento en que su memoria suplía los libros.
Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados,
cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y
todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano» (Cap. 2-4).
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Oración de la memoria de san Antonio Abad
Señor, tú que inspiraste a san Antonio abad el deseo de retirarse al desierto
para servirte allí con una vida admirable, haz que, por su intercesión,
tengamos la fuerza de renunciar a todo lo que nos separe de ti y sepamos amarte
por encima de todo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.