La Santísima Trinidad



Detalle del cuadro de la Santísima Trinidad,
capilla del Rosario (templo parroquial).

Desde siempre la oración cristiana se ha dirigido al Padre por mediación del Hijo en el Espíritu Santo. El Padre es la fuente de todo, el Hijo ha sido consagrado como nuestro mediador entre el Padre y nos hombres y el Espíritu actualiza la salvación que nos ha ganado el Hijo.

Sin embargo, hasta el año 1331 no se instituyó en la liturgia romana una fiesta a la Trinidad. Esta fiesta que estamos celebrando nos recuerda el misterio central en el que creemos: Dios es uno pero no solitario, Dios es Trinidad. Hoy celebramos, por lo tanto, lo que Dios es.


En el día de la Santísima Trinidad la Iglesia celebra la jornada “pro orantibus”, es decir, por aquellos que se dedican su vida a la contemplación. Las monjas y monjes que desde los monasterios y abadías viven la presencia continua del misterio del Dios Trinidad en la vida del hombre. 

El prefacio de la misa de hoy tiene resonancias de la antigua liturgia hispana. La Iglesia de España entre los siglos V y VII enseñó de una manera clara y firme el misterio de la Trinidad a través de los concilios de Toledo.

«Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Persona distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad».

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