Ha terminado el mes de mayo, mes de María
Cuadro lateral del retablo de la capilla de las Ánimas (templo parroquial), Visitación de la Virgen a su prima Isabel. |
Durante el mes de mayo hemos dedicado un breve tiempo después de las misas de diario a meditar en la figura de María, con la ayuda del libro María y la Iglesia (Gugliemoni - Negri, Paulinas). No es una devoción sentimantal en infantil -en el mal sentido de la palabra 'infantil'-. La figura de María es clave para comprender nuetra fe, nuestra entrega al Señor, cómo debe ser la Iglesia, como la ha proyectado el Señor, qué esperanzas tenemos, de qué manera debe ejercer el cristiano el servicio y la caridad en este mundo...
Al finalizar el mes de mayo ofrecemos a continuación la meditación de papa Benedicto sobre la Virgen María en la fiesta de la Visitación.
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"Queridos hermanos y hermanas, estoy siempre muy feliz de
participar en esta vigilia mariana en el Vaticano, un momento que, incluso con
la presencia de tanta gente, siempre tiene un carácter íntimo y familiar. El
mes que la devoción de los fieles dedica de modo particular para el culto a la
Madre de Dios termina con la fiesta litúrgica que conmemora el "segundo
misterio gozoso": la visita de María a su prima Isabel. Este evento está
marcado por la alegría expresada por las palabras con que la Santísima Virgen
María glorifica al Todopoderoso por las grandes cosas que ha hecho mirar la
humildad de su sierva: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra
en Dios Mi Salvador "(Lc 1, 46). El Magnificat es el cántico de alabanza
que se eleva de la humanidad redimida por la misericordia divina, brota de todo
el pueblo de Dios; al mismo tiempo es la canción que denuncia la ilusión de los
que se creen dueños de la historia y árbitros de su destino.
Por el contrario, María ha puesto a Dios en el centro de su
vida, se ha abandonado confiadamente a su voluntad, en una actitud de humilde
obediencia a su designio de amor. Debido a su pobreza de espíritu y humildad de
corazón, fue elegida para ser el templo que lleva la Palabra, el Dios hecho
hombre. De ella, por lo tanto, es la figura de la "hija de Sión" que
el profeta Sofonías llama a alegrarse, regocijarse con alegría (cf. Sof 3,14).
Cuadro central del retablo de la capilla de las Ánimas. |
Queridos amigos, esta noche, volvemos nuestra mirada a
María, con renovado afecto filial. Todo lo que siempre hemos aprendido de
nuestra Madre del Cielo: la fe nos invita a mirar más allá de las apariencias y
la firme convicción de que las dificultades diarias son la preparación de una
primavera que ya ha comenzado en Cristo Resucitado. Al Inmaculado Corazón de
María queremos llamar esta tarde con renovada confianza para ser contagiados
por su alegría, que es lo más profundo de la primavera en el Señor. La alegría,
el fruto del Espíritu Santo, es fundamental distintivo del cristiano: se basa
en la esperanza en Dios, encuentra su fuerza en la oración incesante, la
serenidad que hace frente a las tribulaciones. San Pablo nos recuerda:
"Alégrense en la esperanza, constantes en la tribulación, constantes en la
oración" (Rm 12, 12). Esto es como un eco a las palabras del Magníficat de
María, y nos exhorta a nosotros mismos para que se reprduccan en la vida
cotidiana, los sentimientos de alegría en la fe, propia canción de María.
Me gustaría desear a todos y cada uno de vosotros, queridos
hermanos y hermanas, venerados cardenales, obispos, sacerdotes, personas
consagradas y a todos los fieles, que esta alegría espiritual trasbasada desde
el corazón lleno de gratitud a la Madre de Cristo y Madre nuestra, y al final este
mes de mayo se consolide en nuestras mentes, en nuestra vida personal y
familiar, en todos los ambientes, sobre todo en la vida de esta familia que
está aquí en el Vaticano, la Iglesia Universal. ¡Gracias a todos!" (Benedicto XVI, 31-mayo-2012).