La Nueva Evangelización y el Año de la Fe
Desde hace más de dos décadas llevamos
oyendo esta expresión: ‘nueva evangelización’. Ahora se vuelve a oir con
fuerzas. No es sólo que en otoño se reunirán los obispos de todo el mundo para
tratar de ella o que él Papa la mencione con cierta frecuencia, sino que en
numerosas diócesis también de España se comienza a hablar y a tratar de esta
nueva evangelización (y, a Dios gracias, no sólo entre curas). Un ejemplo de
ello es el congreso que hubo en Manresa el pasado mes de enero o las nuevas
iniciativas y grupos que salen por doquier conscientes de que “es necesaria una nueva e intensa actividad
evangelizadora, no sólo entre los pueblos que nunca han conocido el Evangelio,
sino también entre los que el cristianismo se ha difundido y forma parte de su
historia” (Benedicto XVI). En nuestra diócesis D. Juan Antonio, nuestro
obispo, abría el curso con la presentación de su carta pastoral “Para que
tengan vida eterna. La nueva evangelización como misión” y este año la
formación permanente de los sacerdotes ha versado casi íntegramente sobre la
nueva evangelización. En nuestra parroquia de San Juan Bautista de Arganda del
Rey hemos acogido una misión del grupo
Kerygma y en Cuaresma hemos celebrado un cursillo sobre “Los retos de la nueva
evangelización”.
Pero ¿qué significa exactamente ‘nueva
evangelización’? ¿Hablamos de novedad en los métodos, en el mensaje…? ¿En qué?
La cita anterior nos pone en la pista de parte de su significado. La Iglesia
existe para la evangelizar, para anunciar y dar testimonio del Evangelio, es
decir, de Jesús de Nazaret. Por lo tanto, la evangelización es tan vieja como
la misma Iglesia. Lo que ocurre, por una parte, es que la actual situación en la
que los habitantes muchos países de antigua tradición cristiana han ido
perdiendo la fe nos invita a una “re–evangelización”. Por otra parte, el hecho
de que después de todo el movimiento posterior al concilio Vaticano II la misma
Iglesia haya sufrido una crisis de confianza en sí misma, de alegría, de
vitalidad... nos impone retomar el espíritu misionero de los orígenes del
cristianismo. En este sentido la evangelización se convierte también en nueva o
renovada.
Estas dos “novedades” piden una
renovación de métodos y de formas de presentar el mensaje del Evangelio. Pero
este quizá es el camino más fácil: introducir las nuevas tecnologías, cierta
estrategia de marketing, pedagogía, actualización del lenguaje, etc. Sin
embargo, una nueva evangelización entendida sólo así estaría vacía y obedecería
a una visión estructuralista de la fe. Tal cual se nos presenta hoy no es una
cuestión primeramente estratégica, sino que la nueva evangelización afecta a
aspectos más profundos no sólo de la Iglesia en general o de la jerarquía, sino
de todo cristiano y de cada comunidad en particular. Juan Pablo II decía en ya
1988: “ciertamente urge en todas partes
rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que
se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones”.
En la misma línea Benedicto XVI nos decía en 2010: “no es difícil percatarse de que lo que necesitan todas las Iglesias
que viven en territorios tradicionalmente cristianos es un renovado impulso
misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia. De
hecho, no podemos olvidar que la primera tarea será siempre ser dóciles a la
obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son
portadores del Evangelio y abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar
de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una
experiencia profunda de Dios”.
La nueva evangelización precisa pues de una tarea interna
en la comunidad cristiana. Tarea que afecta al alma de la misma Iglesia, que es
la fe (esta es la “experiencia profunda
de Dios”). Renovar la fe y la vida que emana de ella es el primer reto de
la nueva evangelización. “La verdadera
crisis de la Iglesia –decía el Papa recientemente al Comité de Católicos
Alemanes– en el mundo occidental es una
crisis de fe. Si no llegamos a una
verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”.
Es por ello que coincidiendo con el Sínodo de los obispos sobre la Nueva
Evangelización el Papa ha convocado para el curso 2012–2013 un Año de la Fe.
Hace más de cuatro décadas que el papa Pablo VI convocó un
“Año de la fe”. En él pedía a los católicos no sólo hacer una profesión pública
de la fe, renovar nuestra adhesión al credo, sino “robustecer nuestro propósito de llevar la misma fe a la vida en este
tiempo en que la Iglesia tiene que peregrinar en este mundo”. De nuevo el
sucesor de Pedro nos invita a entrar en un año de celebración, robustecimiento,
testimonio y transmisión de la alegría de creer cuando se cumplen 50 años del
comienzo del concilio Vaticano II y los 20 del Catecismo de la Iglesia Católica. Tanto el Concilio como el
Catecismo se nos presentan también como instrumentos indispensables para la
nueva evangelización. Volver a ello será también parte de nuestro trabajo en
este próximo año y nos ayudará a renovar nuestra fe.