Claves para el Año de la fe



–. ¿Cuándo?

Del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2012.

L aniversario del Concilio Vaticano II.

XX aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.


–. ¿Qué se pretende?

Una renovación del ejercicio de la fe; para que sea más consciente y vigorosa. Recuperar también alegría de creer.

“La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios” (PF, 7).
“Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza” (PF, 9).

Se nos invita a fortalecer la fe, porque nadie da lo que no tiene y el mundo necesita nuestro testimonio de creyentes.

“Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin” (PF., 15).


–. Para creer ¿basta sólo con saberse el Credo?

No. Precisamente el Papa nos invita no sólo a conocer mejor nuestra fe, sino –y esto es lo más importante– a vivir la fe, a vivir de fe.

“San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree” (PF., 10).

Por ejemplo, en “El Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia” (PF., 11).


–. ¿Qué papel tiene en esto la palabra de Dios, la Sagrada Escritura?

“Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación” (PF, 3). 
                                                           
“La predicación de Jesús, los signos que realizó y los misterios que abarcan su vida se contienen en los evangelios transmitidos por la tradición de la Iglesia. A los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) siguen los Hechos de los Apóstoles, que recogen los primeros pasos de la Iglesia, y las Cartas apostólicas que guardan la predicación de los apóstoles. El libro de la Revelación o Apocalipsis cierra los libros del Nuevo Testamento. Estos libros se sumaron a los del Antiguo Testamento, que narran los orígenes del hombre, la caída o el pecado y toda la Historia de salvación que culmina en Jesucristo. A este conjunto de libros, inspirados por el Espíritu Santo, lo llamamos la Biblia o la Sagrada Escritura. Ellos contienen con la Tradición la Palabra de Dios, que es el objeto de la predicación y el alma de la evangelización. 
Esta Palabra cuando se proclama o se predica es viva y eficaz, realiza lo mismo que anuncia. Es lo que se llama técnicamente el carácter “performativo” de la Palabra. Unido a la predicación, como sujeto de la misma Palabra, viene el Espíritu Santo que, cuando es recibido con fe, realiza todo lo que la Palabra dice. De ahí la importancia de conocer las Escrituras porque todas ellas contienen a Cristo. 
El anuncio de la Palabra de Dios provoca la fe y por eso la Iglesia no cesa de proclamarla en la Liturgia y nos invita a leerla y meditarla asiduamente. La lectio divina, o la lectura orante de la Sagrada Escritura, es el modo más adecuado para la transmisión de la fe y para fortalecerla. El papa Benedicto XVI, en la Exhortación postsinodal “Verbum Domini” nos propone recuperar la lectio divina individual o en grupo para alimentar continuamente la vida de fe. Esta práctica debería introducirse en todas las parroquias a través de las Escuelas de la Palabra. También las familias, tras la preparación adecuada, deberían abrirse a la lectio divina como un medio de alimentar y transmitir la fe (+ Juan Antonio Reig, Carta pastoral “El que cree tiene vida eterna").

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