A dos meses de la elección del papa Francisco.



El papa Francisco han pasado nos ha sorprendido por su palabra incisiva y sus gestos. Ambas cosas están en total continuidad con su forma de ejercer el ministerio como arzobispo de Buenos Aires.

Precisamente a los dos meses de su elección ha aparecido un artículo titulado “La ‘recepción’ del papa Francisco” escrito por el sacerdote y liturgista Pere Tena. Valorando la novedad del actual obispo de Roma y también cómo debemos acoger su estilo nos dice:

«El senador italiano Giulio Andreotti escribió, hace años, un libro titulado Alia morte di ogni Papa. Era una filigrana de memoria familiar y eclesiástica que partía del recuerdo de lo que hacía su familia cuando moría un Papa y era elegido el nuevo. Algo de esto podríamos explicar los que hemos experimentado este relevo desde los tiempos de Pío XII, y cuando hemos tenido no solo la gracia se ser confirmados en la fe por obispos de Roma tan excelentes, sino también por la experiencia de personalidades fuertes y diversas. Eso quizás era menos perceptible mientras los papas fueron italianos, pero ha quedado patente desde Juan Pablo II, pasando por Benedicto XVI y hasta Francisco. Todos han sido obispos de Roma y sucesores de san Pedro, pero no es lo mismo ser polaco que bávaro o argentino. Esta realidad pide una «recepción» no solo del Papa como tal, sino también del Papa personal. Es evidente que aquí intervienen las sintonías culturales, teológicas, estéticas, etc, de cada uno. El caso del papa Francisco es, hasta ahora (escribo cuando aún no hace un mes de su elección), extraordinario por la sintonía de mucha gente con sus gestos y palabras. ¡Gracias a Dios! Más allá de estas sintonías está la actitud que corresponde a los creyentes, expresada humildemente por Benedicto XVI en su despedida de los cardenales: aseguró por adelantado al nuevo Papa su obediencia y disponibilidad.

Hay que decir, también, que la «recepción» y la obediencia al Papa -a cada uno de los Papas- no incluye el mimetismo de sus gestos, de sus preferencias, incluso de su manera de celebrar. Algo así ha ocurrido en los últimos decenios, cuando algunos han pensado que había que tener las devociones del papa Juan Pablo II, o disponer el altar y los ornamentos como los quería Benedicto XVI para sus celebraciones. No pienso que se pueda considerar más auténticamente respetuosa para con el ministerio petrino esta búsqueda de mimetismo mientras se trate de cuestiones que vienen descritas en los libros litúrgicos y no han sido variadas. Al inicio de un nuevo pontificado está bien hacer esta consideración a fin de no caer en unas imitaciones poco razonables. Pongo un ejemplo: si el papa Francisco, por los motivos que él tendrá y que son respetables, no canta en las celebraciones, no por esto en la liturgia es «más perfecto» que los ministros dejen de cantar lo que les corresponde.

La elección del obispo de Buenos Aires para la sede de Roma es un acontecimiento que lleva a la Iglesia a una contemplación jubilosa de la catolicidad, así como el adiós voluntario de Benedicto XVI ha sido para todos un testimonio de humildad y coherencia, Ahí radica el fondo de la «recepción» que hay que hacer» (Misa dominical, CPL, Barcelona, 2013).


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