Santa María, Madre de Dios
Cuadro de la Madre de Dios, sacristía mayor |
Si de María nació la Segunda Persona de la Trinidad,
Jesucristo, entonces María es "Madre de Dios". Con este título
expresamos lo más importante de María: elegida por Dios para venir al mundo por
ella, acogió la Palabra del Señor con su sí e hizo posible que Dios se hiciese
hombre. En este sentido el Concilio de Éfeso (431) la proclamó Theotókos (madre de Dios, en latín: Deípara o Dei
Genetrix).
Pero la maternidad divina de María también comprende
también el cuidado, la educación, el acompañamiento del Niño y, después, del
Jesús adulto.
La fiesta de "María, Madre de Dios", fijada por
la reforma posconciliar en el 1º de enero, quiere celebrar este misterio
fundamental de María.
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«El título de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las
festividades navideñas, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que
la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen
santísima. Expresa muy bien la misión de María en la historia de la
salvación. Todos los
demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del
Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la
salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.
Y todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María
para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca. En
efecto, al estar totalmente con Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de
nosotros y nos ayuda como madre y como hermana. También el puesto único e
irrepetible que María ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta
vocación suya fundamental a ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto
tal, María es también la Madre del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.
Así pues, justamente, durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de
1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de “Madre de la
Iglesia”» (Benedicto XVI).