6 de enero, los reyes magos
"Los reyes de Tarsis y de las islas le pagen tributo.
Los reyes de saba y de Arabia le ofrezcan sus dones;
postrense ante él todos los reyes, y sírvanle todo los pueblos.
Él librará al pobre que clamaba, y al afligido que no tenía protector"
(Salmo 72, 10-12).
«Varios factores podían haber
concurrido a que se pudiera percibir en el lenguaje de la estrella un mensaje
de esperanza. Pero todo ello era capaz de poner en camino sólo a quien era hombre de una cierta inquietud interior, un
hombre de esperanza, en busca de la verdadera estrella de la salvación.
Los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos. Eran
«sabios»; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá
de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del
verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra.
La sabiduría sanea así también el mensaje de la «ciencia»: la racionalidad de
este mensaje no se contentaba con el mero saber, sino que trataba de comprender
la totalidad, llevando así a la razón hasta sus más elevadas posibilidades. […]
Podemos decir con razón que
representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación
de la ciencia con vistas a él. Están en cierto modo siguiendo a Abraham, que se
pone en marcha ante la llamada de Dios. De una manera diferente están siguiendo
a Sócrates y a su preguntarse sobre la verdad más grande, más allá de la
religión oficial. En este sentido, estos hombres son predecesores,
precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos. […]
Representan el anhelo
interior del espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana
al encuentro de Cristo. […]
»Que los Magos fueran en busca del rey de los judíos
guiados por la estrella y representen el movimiento de los pueblos hacia Cristo
significa implícitamente que el cosmos habla de Cristo, aunque su lenguaje no
sea totalmente descifrable para el hombre en sus condiciones reales. El
lenguaje de la creación ofrece múltiples indicaciones. Suscita en el hombre la intuición del
Creador. Suscita también la expectativa, más aún, la esperanza de que un día
este Dios se manifestará. Y hace tomar conciencia al mismo tiempo de que el
hombre puede y debe salir a su
encuentro. Pero el conocimiento que brota de la creación y se concretiza en las
religiones también puede perder la orientación correcta, de modo que ya no
impulsa al hombre a moverse para ir más allá de sí mismo, sino que lo induce a
instalarse en sistemas con los que piensa poder afrontar las fuerzas ocultas
del mundo.»
J. Ratzinger, La infancia de Jesús (Planeta, 2012, pp. 100–101, 102,