Cristo, Rey.



Grabado del Crucificado,
misal de la ermita de la Soledad (sg. XVIII)
A Jesús no le gustaban ni el título de 'Rey' ni de 'Mesías' (en definitiva significan lo mismo). En el evangelio según san Marcos Jesús se nos presenta ocultando sistemáticamente su identidad (el llamado “secreto mesiánico”) para no ser proclamado Mesías y en san Juan aparece zafándose cuando hablan de hacerlo Rey. Sólo cuando el título real no puede presentar dudas ni ser malinterpretado lo admite de boca de Pilato. La cruz está próxima y la máxima ironía –el cartel que lo declara rey encima de ella– no puede ser ya tergiversado: Jesús reina desde la cruz. Nosotros por ello podemos también usarlo hoy. 

Más allá de vanas interpretaciones político–religiosas, este título en Jesús quiere expresar que tanto por ser el Hijo eterno de Dios (la Segunda persona de la Trinidad), como por haber recibido en su carne misma gloria de Dios (por la resurrección y ascensión), Jesús es “Señor”. Es aquel que ha llevado a término la obra del Padre –salvar a los hombres– y por eso ostenta todo poder en el cielo y en la tierra, en la eternidad y en la historia, en la creación y en la humanidad.

De las lecturas que se nos proponen para esta Solemnidad de Cristo Rey del universo (ciclo B) podríamos destacar dos cosas (Jesús es un rey espiritual y nos asocia a su misión) y a la vez prevenirnos de dos tentaciones (el espiritualismo y el pasotismo):

1º. Jesús es rey, pero su reino no es de este mundo. Ciertamente su reino no es de este mundo en el sentido de que sea un reino de poder humano, pero eso no quiere decir que no implique las cosas de aquí abajo. Es un reino espiritual, pero no “espiritualodie” y desencarnado. Lo central de ese reino no son las estructuras, sino la misma presencia salvadora de Jesús que es capaz de cambiar la vida de los hombres y encaminarla hacia Dios. Esto no significa sólo que los que aceptan el reinado de Jesús sean “hombres de Iglesia”, piadosos, que recen y se formen cristianamente, etc.; significa también que son solidarios, pagan los impuestos, no explotan sino que son justos, no consienten la violencia ni el odio, trabajan por la paz… es decir, edifican un mundo a la medida de la presencia de Jesús en medio de ellos.

2º. Jesús nos ha asociado a su misión. Él es el primero de muchos hermanos que ha sido consagrado. Todos por el bautismo hemos recibido parte en misión de Jesús de santificar, profetizar y gobernar. Cuando en al bautizarnos nos crismaron nos hicieron sacerdotes para ofrecernos a nosotros como sacrificio agradable a Dios, profetas para escuchar y anunciar la palabra de Dios (la verdad de la que Jesús da testimonio) y reyes para gobernarnos y regir el mundo según los criterios de Dios. Los cristianos pues no pueden ser pasivos, tienen mucho que decir y hacer en este mundo. No nos está permitido el pasotismo.

Jesús con su entrega en la cruz ha dado testimonio de la Verdad, que no es otra cosa que el amor de Dios hasta el extremo. Ahora nos llama a ser de la verdad, escuchar su voz y dar testimonio de ella en nuestra vida. 

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