De las misiones populares al festival de evangelización



Después del Concilio de Trento, en los siglos XVI y XVII, se pusieron en práctica las llamadas “misiones populares”. Su objetivo era catequizar a un pueblo ya cristiano y revitalizar la fe llamando a la conversión. Su punto fuerte era invitar a la gente a la práctica del sacramento de la penitencia. Uno de los grandes apóstoles de la misión fue Vicente de Paúl que recorrió la Francia barroca impartiendo ejercicios espirituales para sacerdotes y misiones para laicos, especialmente enfermos y pobres.

Nuestros padres y abuelos conocieron este estilo de misión. En la España de posguerra las distintas órdenes religiosas enviaban a los pueblos predicadores que se empeñaban en hacer salir de la tibieza tanto a los creyentes más asiduos como a los alejados. Así sucedió en nuestra localidad de Arganda en los años cincuenta.

Hoy la realidad es distinta: el pueblo cristiano ha decrecido y muchos de nuestros vecinos no se identifican para nada con la fe o tiene ideas defectuosas de ella. Podemos decir con certeza que la sociedad ya no es cristiana. Por eso surgen grupos misioneros de “primer anuncio”. Su mensaje no es primeramente un mensaje de conversión o de revitalización de la fe, sino que se centra en el KERYGMA. ‘Kerygma’ es una griega que designa el resumen de la fe de los apóstoles: “Jesús ha muerto en la cruz por nuestros pecados y ha resucitado”.

En este contexto hemos de enmarcar el festival de evangelización que se ha celebrado en nuestra diócesis  de Alcalá de Henares durante la semana pasada y del que hemos tenido la suerte de disfrutar en Arganda algunos días. 

Misión en Arganda, años 50


Festival de evangelización





"No tengáis miedo de salir a las calles y a los lugares públicos, como los primeros Apóstoles que predicaban a Cristo y la buena nueva de la salvación en las plazas de las ciudades, de los pueblos y de las aldeas. No es tiempo de avergonzarse del Evangelio (cf. Rm 1, 16). Es tiempo de predicarlo desde los terrados (cf. Mt 10, 27).
No tengáis miedo de romper con los estilos de vida confortables y rutinarios, para aceptar el reto de dar a conocer a Cristo en la metrópoli moderna. Debéis ir a «los cruces de los caminos» (Mt 22, 9) e invitar a todos los que encontréis al banquete que Dios ha preparado para su pueblo. No hay que esconder el Evangelio por miedo o indiferencia. No fue pensado para tenerlo escondido. Hay que ponerlo en el candelero, para que la gente pueda ver su luz y alabe a nuestro Padre celestial (cf. Mt 5, 15-16)" (Beato Juan Pablo II, VIII JMJ, 1993).

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