¡¿Cómo se puede ser cristiano y no creer y desear una vida eterna –y esta resucitada–?!
Hace unos días asistí a una charla que tenía por título “¿Reencarnación o resurrección?”. La daba un profesor de teología muy sólido que se esforzó por hacer entender que la resurrección responde mejor a la experiencia humana (unidad alma/cuerpo) y, por tanto, al deseo y esperanza en la vida eterna. Inmediatamente después las preguntas fueron precisamente dirigidas, no sin escepticismo, al cómo, cuándo, dónde… de la resurrección –y eso que estábamos en un ambiente cristiano–. En seguida me surgió la pregunta, mezclada con admiración: ¡¿Cómo se puede ser cristiano y no creer y desear una vida eterna?! ¡¿Cómo se puede ser cristiano y no creer y desear una vida eterna?! Pues, sí, por lo visto hay que se empeña en esta vida en ser cristiano sin mirar nunca hacia la vida eterna, la vida que Dios no ha querido dar para siempre y que incluye la resurrección de la carne. Preparando la liturgia del domingo, algún tiempo después, me di cuenta de que el Buen Pastor insistía precisamente e