Para recibir la Eucaristía (2ª parte)
1. Disposiciones para
recibir la Eucaristía
La Eucaristía es lo más
grande que tiene la Iglesia: la presencia substancial de Jesús, Dios y
hombre verdadero. La Eucaristía es remedio contra los pecados
veniales y nos preserva de los mortales, ya que nos une más a Jesús.
Antes de participar
en la Eucaristía debemos hacer examen de conciencia y ver si hemos
cometido pecado grave. Si es así, no podemos recibir el Cuerpo del
Señor sin antes confesarnos.
Por lo general se puede
comulgar una sola vez al día. Pero el laico que haya recibido ya la
Eucaristía en una celebración puede recibirla otra vez el mismo
día, si hay causa justificada, dentro de la segunda misa en la que
participe.
Quién vaya a
recibir la Eucaristía ha de abstenerse de tomar cualquier
alimento y bebida, excepto agua, al menos desde una hora antes del momento
de comulgar. No están obligados por esta norma los enfermos.
“Por eso, el que come del pan o bebe del cáliz del Señor indignamente
será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examine cada uno su
propia conciencia, y entonces coma el pan y beba el cáliz. Porque el que come
y bebe sin considerar que se trata del cuerpo del Señor, come y bebe su
propia condenación.”
San Pablo (1Cor. 11,
27-29).
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2. La recepción de la
Eucaristía
Puedes
comulgar de rodillas o de pie. Cuando se comulga de pie se
recomienda hacer una reverencia con la cabeza antes de recibir el Santísimo.
Puedes
comulgar en la boca o en la mano.
Quien
da la comunión dice: “El cuerpo de Cristo”, y tú respondes: “Amén”.
Después
es el momento de agradecer al Señor que haya venido a tu encuentro y de hablar
con Él.
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Algunas indicaciones para recibir la comunión en la mano
-. Pon tu mano
izquierda sobre la derecha, a la altura del pecho.
-. La forma
consagrada se deposita en la palma de tu mano, por tanto no te
adelantes a “capturarla”; espera a que el sacerdote la deje en tus manos. Ten
en cuenta que es siempre Dios el que lleva la iniciativa, el que sale a nuestro
encuentro. Tú preséntale las manos como un mendigo de su amor.
-. Acoge en tus manos al
Señor con reverencia.
-. Debes comulgar
en presencia del sacerdote. Así pues, antes de retirarte toma la forma
consagrada con la otra mano y llévala a tu boca.
-. Cuida que no
quede ninguna partícula en la palma de tu mano, porque allí también está el
Señor. Si ha quedado alguna, recógela y consúmela.
“Se nos plantea una cuestión alrededor de la comunión: de pie o de
rodillas, en la mano o en la boca. Ambas actitudes son posibles. […] Sabemos
que hasta el siglo IX la comunión se tomaba de pie y en la mano. […] Cuando
leemos los textos de los Santos Padres comprobamos la actitud respetuosa con la
que se comulgaba. San Cirilo de Jerusalén (siglo IV) en sus catequesis bautismales
indica a los que van a comulgar cómo hacerlo: deben adelantarse, formar con sus
manos un trono, colocando la derecha sobre la izquierda para que siendo un
trono apara el rey representen al mismo tiempo una cruz. […] Las manos
extendidas, abiertas pueden considerarse signo de cómo el hombre se presenta
ante el Señor, y le abre sus manos para que ellas sean el instrumento de su
presencia, trono de su obrar misericordioso en el mundo. Quien piense en esto
tendrá que reconocer que es un error discutir sobre esta o aquella actitud. […]
No debemos olvidar el hecho de que no sólo son impuras nuestras manos, sino que
también lo son nuestra lengua y nuestro corazón, y con frecuencia pecamos más
con nuestra lengua que con nuestras manos. La mayor osadía, y a la vez
expresión de la bondad misericordiosa de Dios, es que no sólo las manos y la
lengua, sino nuestra propio corazón puede tocarlo; que el Señor entra en
nosotros y vive en nosotros y con nosotros, desde el centro más íntimo de
nuestra vida y quiere trasfigurarla.” J. Ratzinger, La Eucaristía,
centro de la vida (Valencia 2003) pp. 76-77.
Véase también la entrada "Para recibir la Eucaristía (1ª parte)": http://parroquiasanjuanbautistaarganda.blogspot.com/2012/01/para-recibir-la-eucaristia.html